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Las turbulencias financieras que vivimos en estos días no son fruto de la casualidad, son propiciadas por el agotamiento del actual sistema financiero iniciado después de la Segunda Guerra Mundial con los acuerdos de Bretton Woods, corregidos con los de Basilea I y parcheados con los de Basilea II, donde el Dólar fue el valor de referencia internacional. No hay reunión de nuestros máximos dirigentes políticos donde no se pida mayor transparencia a los mercados financieros, como si ellos no fueran parte del problema. En estos días, por ejemplo, los ministros de economía de la Unión Europea pactaban reforzar la cooperación para evitar la crisis por falta de liquidez de las transferencias bancarias internacionales. Algún tiempo antes, senadores americanos acusaban a los dirigentes chinos de tener muy infravalorada su moneda y proponían volver a la antigua política de aranceles. La administración americana y europea, apoyándose en su liberalismo económico no los implantó, pero el renminbi chino sigue muy infravalorado. Los rusos y los países árabes ricos tienen grandes reservas de oro y dinero que no movilizan sabiendo que si retiras el dinero en circulación acabas con parte de economía mundial, hundiendo lo que hasta ahora hemos llamado economía occidental. A estas alturas es evidente de todos los países, quizás para defender a sus propios ciudadanos, hacen trampas con el valor de la moneda. Se impone una convención mundial para fijar un nuevo sistema financiero internacional del que debiera salir una moneda única -similar a la implantación del Sistema Métrico Decimal-, simplificando la dificultosa tarea de fijar un tipo de cambio “justo” del que ya se hablaba en la famosa Escuela de Salamanca de los siglos XV y XVI. De no llegar a acuerdos globales, se impondrá un nuevo orden mundial al que nos resulte muy difícil adaptarnos. El tiempo “corre que vuela”.

 


Texto | Chibus
Foto | Darco TT