La palabra chupitel no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua pero no por ello deja de ser importante y como demostración fehaciente de lo que aquí se afirma lean la crónica de lo que ocurrió a un hipotético vecino del Barrio El Rollo de Salamanca cuando cruzaba bajo el puente del ferrocarril en la Avenida de Comuneros, un frío día Enero.

Era de madrugada, nuestro noctámbulo personaje pasaba por dicho lugar y quedó embelesado por las estalactitas de hielo que colgaban bajo el puente; tal era el magnífico cuadro que se le presentaba que no se percató que una de esas dagas heladas se desprendió de repente y se le clavó en el corazón. Falleció al instante. Por la mañana la policía buscó el arma homicida, pero con el calor del cuerpo había desaparecido. Este extraño asesinato tuvo gran repercusión en la ciudad, pero por fortuna, un concejal de la oposición leyó este pequeño escrito, lo llevó al pleno municipal y convenció al partido en el gobierno; todos votaron a favor de la propuesta de nombrar un responsable que vigilara a los chupiteles asesinos e informara a los bomberos.

Éstos, que tienen por misión apagar fuegos, al día siguiente, lucharon contra las armas asesinas como si fueran “indiana jones”, permitiendo al resto de la ciudadanía atravesar con tranquilidad bajo la vía del tren.

¿Apadrinamos la palabra chupitel o se la dejamos a otros?