Las lágrimas del abuelo Rufino

La abuela le tenía mucha ley. Era un buen hombre, decía ella. Pero cuando le asomaba el genio por el semblante le temía. Mejor dejarlo solo. Pero eso era antes, a los pocos años de la boda. Luego ya, con la jubilación, como que se amonó bastante. Era llevadero.

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