Stefano Bertolo Barcelona

Han pasado ya treinta años desde que pateamos por primera vez Barcelona. La transformación física y química es evidente. De aquella ciudad de costa que no veía el mar a esta otra post-olímpica en la que todo reluce como el sol.

Barceloneses y salmantinos compartimos ritmos biosociológicos. A nivel individual somos gente acogedora y por eso nuestras ciudades enhechizan la voluntad de volver a ellas. A nivel de grupo atravesamos etapas de apertura universal con otras de fusión nuclear. Lo que se avanza en las primeras se retrocede en las segundas. Del Modernismo a la Edad Media.

“Físicamente”, el monumento a Colón, Ramblas, Barrio Gótico, Plaza Cataluña, Paseo de Gracia, Paseo de San Juan, Villa de Gracia, Tibidabo, Montjuic, Plaza de España y la Barceloneta. Palau Macaya, Casa Milá, Casa Batlló, Parque Güell y Sagrada Familia, todo un deleite para nuestra vista.

“Químicamente”, la Monumental convertida en centro comercial indica que todo ha cambiado. En las ventanas de los barrios cuelgan muchas banderas estrelladas, todo lo contrario de lo que ocurre en la Diagonal.

Entre la invisible diagonal de los siembran odio y la Diagonal visible que nos une, a charros y catalanes siempre nos quedará el Restaurante Salamanca.

 


Texto | Chibus
Foto | Sagrada Familia por Stefano Bertolo bajo licencia CC BY-NC-SA 2.0