Rajoy

Como sucedía en la aburridísima obra de Samuel Beckett, los españoles continuamos “Esperando a Rajoy”. Resulta inexplicable (¿absurdo?) que las primeras medidas del nuevo gobierno de España no hayan consistido en decisiones relacionadas con una profunda reforma laboral. Al igual que sucede en el «teatro del absurdo» hay una incongruencia fatal entre lo que se dice y lo que sucede, entre la acción y el sentido común. Los ciudadanos en su conjunto, los más de 5 millones de parados, los mercados internacionales e, incluso, el propio gobierno están de acuerdo en su necesidad, pero el paso no se da, ni siquiera “en grado de tentativa”.

Cualquiera que haya dedicado un poco de tiempo al estudio del comportamiento de nuestra especie, conoce una característica humana que los psicólogos llaman «reactividad psicológica» y consiste en la alteración que sufre la conducta de los individuos cuando se sienten observados (tiene hasta su grupo de faceboo). Es inolvidable el descubrimiento que propició la cuidadosa observación del comportamiento de las personas que trabajaban en una empresa de la Western Electric en Chicago durante los años 30 del pasado siglo. Bajo la hipótesis de que una mejora en las condiciones de iluminación ambiental aumentaría la productividad de los obreros, los investigadores crearon dos grupos: con y sin mejores condiciones lumínicas. Los investigadores observaron sorprendidos que la productividad aumentaba en el grupo experimental (con mejor luz), pero aún más en el otro por el puro hecho de sentirse observados. El difunto Elton Mayo y su equipo creyeron descubrir algo que nuestros políticos desmienten definitivamente, porque es difícil explicar, en función de su teoría, que el hecho de sentirse observados conduzca a una reactividad tan lúgubre en lo laboral.

Los «agentes sociales» declaran la necesidad de negociar, pero no ponen ningún entusiasmo en ello. El gobierno aparenta seriedad y mando imponiendo fechas y resultados que los afectados ignoran sin inmutarse. La sociedad espera una respuesta y los encargados de darla sestean.
El componente patronal afirma a través de su preboste Juan Rosell tras alcanzar, sin prisa, un acuerdo de mínimos con los sindicatos que «más vale acuerdos pequeños que imposiciones» en un despliegue de irresponsabilidad que difícilmente contentará a los desempleados y a los pequeños empresarios y emprendedores que cada vez se acercan más a ser una especie en extinción.

Los sindicatos (en realidad, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez), impregnados en la profunda filosofía de Ska-P (grupo ácrata de estética punk, buena música y convicciones anarquistas declaradas), se complacen en un “si señor, si señor somos la revolución, tu enemigo es el patrón» y acuerdan cuatro tontadas con el enemigo secular.

El gobierno, ninguneado por los arreactivos agentes, continua con sus recortes sin prisa y la sociedad entera se estremece cada vez que aparece una nueva estadística del SEPE o del INE.

La reforma, en profundidad, de la contratación, el despido, el papel de los servicios públicos de empleo, la flexibilidad en el puesto de trabajo, la estrategia de intermediación, el control del absentismo laboral y las políticas activas de empleo es una emergencia social. El gobierno debe aportar la solución que le parezca idónea y el resto de grupos políticos enmendarla, con la intención de mejorarla, de manera inmediata. Los sindicatos y las organizaciones empresariales incapaces de ofertar ningún servicio a la sociedad, que dicen representar, deben desaparecer de los presupuestos públicos.

Los ciudadanos deben salir de su letargo y generar un clamor de tal magnitud que no haya duro de oído que lo pueda ignorar.

 


Foto | segunda de Benjamí Villoslada Gil bajo licencia CC