Rubalcaba

Desde una galería imaginaria, sustentada en las poderosas columnas del «no me va nada en ello», los acontecimientos que alborotan el PSOE desde hace unos cuantos meses causan cierta perplejidad. Lamentablemente, para los implicados, no se debe tal estado a lo innovador del enfoque, la brillantez del despliegue o la fortaleza de la argumentación, sino al cúmulo de despropósitos e insensateces que parece vislumbrarse desde la zona de las barreras. El resto de partidos políticos, tras frotarse los ojos, debe estar encantado.

Aunque las gafas emponzoñadas de irrealidad muestren un misil, un torpedo o un obús, una mirada no corregida solo encuentra un perdigón (y de los pequeños). Mi campo de visión detecta 10 graves errores estratégicos desde el punto de vista del ciudadano que espera la reacción de uno de los grandes partidos políticos del país, al menos en tamaño y subvenciones, ante una situación de grave desprestigio social y fuga de votantes:

  1. La elección socialista ha recaído en un perdedor, y además un perdedor reciente y pasado (apostó por Joaquín Almunia, por José Bono y por Trinidad Jiménez). Tras ser descabalgado de la montura por un rayo electoral, y a diferencia del santo del nuevo testamento, no comprendió el mensaje.
  2.  La apuesta por la desconexión de la vida real al más puro estilo «avestruz» (yo soy el cambio, he comprendido al electorado, no hay oposición interna, etc.) terminará inevitablemente con el sacrificio del “ave voladora” por algún depredador (actualmente hay cola).
  3. La desafortunada alusión del reciente campeón electoral interno a la necesidad de «cambiar el PSOE para que siga siendo el PSOE», tan cercana a la celebérrima frase acuñada por Lampedusa, parece más un sarcasmo que un eslogan, una ironía que un deseo, una boutade que una realidad. Una vuelta a los viejos tiempos en el contexto social actual parece un dislate.
  4. La vía del cambio, aparentemente sugerida por el electorado, ha quedado descartada. En este caso hay un agravante de gran enjundia; es la segunda vez que esto sucede tras el devastador episodio de la obligada renuncia de una lloriqueante Carme(n) Chacón en época preelectoral interna y la cínica defensa de elecciones primarias del beneficiario (no se puede ser más hipócrita).
  5. La torpeza del destinatario de la escasa mayoría al enrocarse con sus amigos en una fortaleza sin puertas que va a ser difícil de defender. En cualquier caso, eso es menos importante que la cercanía de su mayor adversario. Me parece muy acertada la observación de Raúl del Pozo acerca de que «no hay organización que cause más víctimas que el enfrentamiento de las familias con lealtades divididas». Yo no tengo dudas, dada la gravedad de la afrenta, de que el principal enemigo del nuevo señor está en el castillo.
  6. La desafortunada aparición de fantasmones del pasado en apoyo del «querido líder». Felipe González, veneno en la taquilla electoral, ha vuelto a aparecer perjudicando, una vez más, a sus propios camaradas. Cada vez que aparece González, Guerra o Chaves las posibilidades de captar nuevos votos del exangüe partido se desvanecen.
  7. La historia siniestra de conspiración, secretismo y «cloaca del estado» que acompaña al vencedor y la historia moderna de presunta corrupción o manifiesta incompetencia que ensucia a sus amigos. José Blanco, bajo la lupa de la justicia, sigue en el comité federal y Jesús Caldera, paradigma de la cara dura, aportará ideas y programa a la nueva ejecutiva.
  8. El desprecio hacia sus principales fuentes de votos. Las dos federaciones más grandes, y fértiles en tiempos pasados para los del puño y la rosa, se posicionaron claramente en contra del candidato a torpedo y una de ellas (la de los andaluces) ha sufrido una humillante derrota tras manifestar sin ambages José Antonio Griñán su preferencia por la catalana.
  9. Para empeorar aún más las cosas, la derrota de la alternativa ha sido percibida claramente desde el exterior, en vísperas de unas elecciones que van a acabar con el escaso poder autonómico del exangüe partido.
  10. La imagen dividida del partido, cuantificada en el recuento electoral y aireada públicamente por los perdedores (Tomás Gómez -«este es el concepto que tiene Rubalcaba de la integración»- o Juan Alberto Belloch -«empezamos mal»-), junto a la desafortunada aparición del preclaro José Bono («los que han perdido tienen que someterse») ofrece pocas oportunidades a la cicatrización de las heridas.

En realidad es fácil detectar más errores (excesivo tiempo en el poder, desvertebración del partido, desvinculación de cataluña,…), pero en atención a la magia del decálogo y en previsión de la impaciencia del posible lector prefiero no abundar más en el renacido Golem y sentarme a esperar la regeneración planetaria que va a impulsar nuestro minúsculo perdigón.

 


Foto | Alfredo Pérez Rubalcaba en Flickr bajo licencia CC