sombra verde

Soy un fiel defensor de la idea de que tratamos muy mal a nuestro querido planeta Tierra, que derrochamos agua, que hacemos un desarrollo poco sostenible, que consumimos más energía de la que necesitamos. Pero también soy un defensor de la idea de que no es tan negro como nos lo quieren pintar.

Asistimos día si, día también a malas interpretaciones y, porque no, a manipulaciones de datos para demostrarnos que existe un cambio climático. ¿Con qué interés? Los cambios climáticos se producen a gran escala, con un paso de miles de años, no con datos meteorológicos fiables de poco más de 50 años. ¿Por qué nos aventuramos a indicar que hay un cambio o que ese cambio está producido por el hombre?

Me hace gracia cuando se habla de cambio climático, por ejemplo, cuando se indica que este junio ha sido el más frío y lluvioso en Liverpool en los últimos 40 años. ¿Qué pasa? ¿Durante estos 39 años nadie se ha preocupado por el cambio climático porque en junio no ha vuelto a llover tanto?

Leo artículos como por ejemplo «Tú al desierto, yo a la playa» en la revista Quo y no hago más que darme la razón. Vale todo, demostrarnos que al mundo le quedan dos días o que va a venir el Apocalipsis en forma de tsunami para vendernos electrodomésticos que utilizan menos energía o productos ecológicos a precio de oro. Deberían hablar de manipulación global en lugar de globalización. E insisto para no quedar de insensible: no estamos tratando al planeta como se merece y nos lo vamos a terminar cargando, pero hay que ser un pelín serios y no tan alarmistas. Me sacareis datos y fotos de glaciares que desaparecen y del nivel de los océanos, pero en ese artículo, que recomiendo su lectura encarecidamente, también vienen datos que demuestran que no es cierto todo lo que nos cuentan y, como poco, es interpretable. Y no, señor Rajoy, Zapatero no tiene nada que ver en esto, en esto no tiene la culpa. Usted siga dedicado a utilizar el terrorismo como único medio de llegar a la Moncloa y no se preocupe de si llueve más o menos en España. Es menos ético pero seguramente bastante más rentable.


Foto | Manuel H