Foto de Ronnie Bergeron

De pequeño en la escuela me enseñaron que en la economía existían tres sectores: el sector primario que englobaba agricultura, pesca y minería, el secundario o industria y el terciario o servicios. Supongo que esos postulados siguen siendo válidos. En el sector primario se obtiene la materia prima que la industria transforma y el sector servicios distribuye o explota. Ahora yo me pregunto: ¿por qué agricultura (y ganadería), pesca y minería se lo denomina sector primario? ¿Es importante, a nivel macroeconómico, tener un sector primario fuerte? Yo entiendo que sí, el resto de sectores se sustentan sobre este y, si cae, caen todos.
¿A qué viene todo esto? Pues viene a cuento de una noticia publicada el día 19 en el diario EL MUNDO acerca del mercado transparente que se ha montado en el paseo de Recoletos, en Madrid, donde los agricultores muestran la diferencia entre el precio que pagan al productor y el que luego tienen los alimentos en el mercado. No hay que olvidar que un importante sector de la población de la región vive de la agricultura, un sector cuya crisis se agrava cada día más.
El sector agrario vive esencialmente de unas subvenciones que, con la Europa de los 25, tienen los días contados. La PAC se acabará en 2013, el mercado del azúcar se liberaliza y pone en peligro la economía de muchos agricultores castellanoleoneses cuya principal fuente de ingresos es este cultivo. Si a eso añadimos el problema de los intermediarios, obtenemos una situación más que negra: los productores obtienen un precio por los frutos que, en muchos casos, no amortiza los costes de cultivo, sin embargo, en las fruterías y supermercados, los precios se engordan hasta 5 veces el precio original. El problema no es nuevo, hace unos meses un grupo de agricultores tiró literalmente muchos miles de kilos de patatas en la Plaza de la Constitución, y esta situación no es la primera vez que se produce en esta ciudad y en otras. Para nosotros, pobres urbanitas, o pijos de ciudad, esto solo supone ir armados de los recipientes que podamos llevar para obtener patatas gratis, pero ni por esas se conciencia a la población de la gravedad del problema. ¿Acaso un agricultor no tiene derecho a mandar a sus hijos a la universidad? Pues a este paso no va a poder.

El problema tiene dos vertientes fundamentalmente:

  • La importación barata: hay muchos países donde se produce más barato porque, entre otras cosas, el objetivo de los cultivadores es tener un plato de comida en la mesa. Sin embargo aquí, un agricultor debe tener el derecho a vivir tan dignamente como cualquier obrero de cualquier empresa.
  • Los márgenes de los intermediarios, que inflan los precios aumentando sus márgenes y bajando el precio que pagan a los productores. A estos no les queda otra que vender o tirar el fruto porque, de lo contrario, esos intermediarios compran de importación.

Foto de Clara NatoliContra lo primero es muy difícil luchar, esta claro que la solución pasaría por promover el desarrollo de esos países, un problema que no se soluciona solamente con una “alianza de civilizaciones”. La única forma que queda de competir con esto es la calidad, en forma de denominaciones de origen, que ya se aplica a algunos cultivos como la vid o los espárragos, pero que aún le queda mucho por madurar en otros cultivos.
Para lo segundo, se podría regular el porcentaje máximo que podrían encarecer esos intermediarios el producto así como el máximo de intermediarios por los que pasa un tomate de la huerta a nuestra mesa. ¿No está regulado el porcentaje máximo que puede cobrar una inmobiliaria por gestionar la venta de un piso? ¿Por qué no se puede regular igualmente el porcentaje para los productos alimenticios, algo tan básico o más que una vivienda?
Mientras nos quejamos de la despoblación del medio rural (¿a qué loco se le ocurriría ser agricultor de mayor y vivir en el campo?) o del encarecimiento de la cesta de la compra, solo esperamos a ver cuando es la siguiente manifestación, a ver si esta vez hago acopio de patatas gratis para tres meses. Si los medios e instituciones dedicaran tantos esfuerzos a denunciar estos y otros problemas como los que dedican al archivo, a si el término “nación” aparece en el preámbulo o en el articulado, a si los artistas “se mueren de hambre” (nótese el sarcasmo) por causa de la piratería, quizá dentro de 50 años o de 100 años no estaríamos hablando de una dependencia externa del sector primario, al igual que ocurre ahora mismo con el petróleo, que cada vez que habla un árabe, nos tiemblan las piernas ante el surtidor.


Foto 1: Ronnie Bergeron
Foto 2: Clara Natoli