Foto de José María Arroyo JABKDOS

Las últimas lluvias embarraron el campo de trabajo, lo que obligó a la paralización de la mayor parte de las actividades relacionadas con el negocio que nos traemos entre manos. Así que con estas, parte del personal de la obra fue dedicado a otros menesteres, y a nosotros nos tocó echarle una mano al arqueólogo, que trabajaba sobre los restos de una casa, dice que posiblemente romana, del siglo II antes de Cristo… así, sin más leches.

Hoy día, en obras de determinada envergadura, es obligatoria la presencia de un arqueólogo cuya función es vigilar si aparecen restos arqueológicos en la zona afectada, en cuyo caso intervienen para evaluar su importancia y llegado el caso, paralizar las obras para recuperar los posibles restos, o directamente declarar la zona intocable, lo cual está muy bien hasta cierto punto, porque a veces me temo, se valora más el patrimonio cultural ( o los intereses de unos cuantos funcionarios que tienen que justificar su sueldo a toda costa) que el desarrollo tecnológico que repercute en la creación de puestos de trabajo y mejoras en la calidad de vida de los que habitamos la tierra en la actualidad.

El caso es que nos pusieron a excavar bajo la dirección de un arqueólogo con pintas de hippy alternativo, con sus greñas, su moño y todo, al que llamamos el pequeño saltamontes por sus rasgos achinados y porque llevamos toda la obra viéndolo recorrer las 200 hectáreas en solitario en busca de poco menos que el santo grial de Morón de la Frontera. Acabamos jodiéndole el ego porque encontramos más restos históricos en una mañana, que las que pudo encontrar él en los cinco meses que lleva danzando por estos campos.
Siempre creí que en las excavaciones, los trabajos se realizaban con toda la calma del mundo a base de escarbar delicadamente con espátulas y limpiar con cepillitos entre una de esas cuadrículas realizadas con cuerdas y gavillas, pero al parecer había prisa y allí andábamos excavando a golpe de azada, destrozando lo poco que había en el subsuelo, que eran los restos de unos muretes, tejas, vasijas hechas añicos, y algún fragmento de metal.

Yo mismo encontré alguno de esos fragmentos de vasijas labradas y un fragmento metálico de algo que el tipo de la coleta no supo identificar. En cuanto a alguno de mis compañeros, poco duchos en esta materia y en otras más básicas, cada vez que encontraban un pedrusco un poco “raro” se acercaban al de la coleta para enseñárselo, y este acabó desesperado ante tanta falsa alarma. Entre tanto, a cada leñazo de azada en la tierra, se escuchaba como los pocos restos de cerámica que había bajo el subsuelo, se hacían añicos después de haber resistido supuestamente más de dos mil años bajo tierra… que cosas.

Esta foto la tomé al atardecer de ese día, un día antes de la ola de frío que nos heló los mismísimos innombrables. Al día siguiente retomé los trabajos de topografía con mi equipo, pero el resto de los currantes continuaron con las excavaciones junto al pequeño saltamontes… ¿Altruismo por parte de la empresa en pos de la arqueología?
Nada de eso… el problema es que la presencia de aquellas cuatro piedras ha sido la causa de que el pequeño saltamontes, tras comunicar a sus superiores su hallazgo, recibiera instrucciones para paralizar la actividad en esa parte de la obra, impidiendo que la maquinaria lo dejase por llano. Hasta que no se recojan todos los restos, se realice el informe por parte del arqueólogo y la consejería de cultura de la autonomía correspondiente, el instituto del patrimonio histórico, o lo que cojones sea, evalúe los pedruscos, ahí no toca una puta máquina, así que para agilizar las labores de recolección, la empresa afectada ha aportado parte de su personal, por la cuenta que le trae.

Y es lo que digo yo, si lo que hubiera aparecido ahí hubiera sido un Partenón, pues vale, pero paralizar una obra de envergadura con un coste diario tremendo, por cuatro piedras de una cochinera romana, si es que es romana, como que manda cojones, sobre todo con la que está cayendo a cuenta de la crisis del demonio.

El caso es que los puestecitos que se han montado algunos de estos de las autonomías con el tema de la arqueología y el patrimonio histórico, hay que justificarlos a toda costa, y si tienen que paralizar una obra por cuatro piedras romanas aunque suponga pérdidas para una empresa, la paralizan. Son los mismos que luego se cargan otros patrimonios históricos por considerarlos políticamente incorrectos, o porque quieren “innovar” combinando una construcción de la antigüedad con la arquitectura “vanguardista” de algún arquitecto mamarracho bien avenido con el grupo político correspondiente en el poder. Además para estos preservadores de pacotilla de nuestro patrimonio, es muy cómodo esperar a que otros inicien las excavaciones con otros fines para luego exigirles la presa, como hicieron con los del buque Odyssey, y francamente no sé quienes son más piratas, si los del barco o los de las autonomías.

 


Foto y texto | JABKDOS