cerebros que no descansan

Deberíamos recoger firmas para que se incluya en el diccionario de la Real Academia de la lengua el término «lanzarotada». La definición del término habría que dejarla para los chicos de De la Concha, pero nuestro alcalde se encarga, él, con unos amigos, de llenarla de contenidos.

La última sería, sin duda, su brillante manera de nombrar calles: para recordar el archivo, le pondremos a una calle: «El expolio». No pretendo aquí entrar de nuevo en la valoración de si eso es así, o no; sólo aplicar la misma lógica a otros nombres de calles.
Por ejemplo, para recordar a Los Comuneros, su avenida debería llamarse Avenida de la Decapitación.
La calle de los Mártires pasaría a ser Calle de la Tortura.
La de García Lorca, claro, debería ser Calle del «paseo».
La calle Goya, tendría que llamarse Calle del Exilio.
La de Espartero, calle del Pronunciamiento.
Y tantas otras que a todos se nos pueden ocurrir.

He leído por ahí algunas valoraciones de esta iniciativa, pero me temo que son bastante superficiales, porque no tienen en cuenta el afán didáctico de nuestro alcalde, así como el ejercicio intelectual que estos nombres implican: Cuando un visitante despistado, o alguno de nuestros nietos, vean el cartelito que diga «Calle del Expolio», no tendrán más remedio que despertar a sus neuronas y ponerlas a trabajar, o bien se van a pensar que en esta ciudad dedicamos calles a cosas bastante raras.