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Se saludaron por primera vez en una “EE” en Bilbao, cruzaron sus miradas y la atracción fue instantánea, fulminante. Ella había tenido varias relaciones previas insatisfactorias. Él, partía de cero, era virgen total.

Formalizaron rápidamente sus relaciones y se dieron el “sí, quiero” en una ceremonia civil, la religiosa aún no era posible.

Desde entonces él se levanta una hora antes que ella, le hace el desayuno, la despierta con un beso y le pregunta: ¿qué tal has dormido, querida?. Para su jornada laboral le prepara esos bocadillos que tanto le encantan a ella.

Cada día, cuando ella vuelve pasadas las 19 horas y él la espera en la puerta, le da un beso y la acompaña al baño diario de agua templada, rosas y candelas. Cuando sale, la seca con mimo y le da unos masajitos corporales.

Como un reloj, cuando se recupera de su relajación corporal, él prepara una exquisita y romántica cena que ambos deleitan con placer.

Juntos ven la televisión, él maneja el mando pero siempre para ponerle sus películas favoritas. Conoce todos sus gustos, nunca falla.

Cuando esta somnolienta y le pide irse a la cama, él la coge en brazos y la transporta como en su noche de bodas. Allí la mima, la acaricia y ella se deja… el resto forma parte de una intimidad que no debe ser publicada.

Cuando han celebrado su décimo aniversario le han hecho una entrevista y ella ha contestado que arriesgó todo por amor y hasta ahora ha sido maravilloso, recomendando sin dudar el amor cuántico artificial.

 


Texto y foto | Chibus