Un grado bajo cero

El País había cerrado su espacio aéreo. Una ola de frío provocaba otro cambio climático. Los volátiles emplumados no levantaban vuelo por hielo en sus alerones, tampoco podían los volátiles metálicos por tener congelada el alma. Los habitantes y visitantes se habían quedado con la boca abierta y los ojos de plato.

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