Fígaro de Salamanca

Me cuenta mi peluquero que un cliente, al llegar el otoño, pasó por la barbería y decidió darse un corte de pelo para llegar hasta la próxima primavera. El propio raspa barbas le informó que se le verían las ideas si le trasquilaba en exceso. El charro, que era un poco tozudo y un mucho “agarrado”, se reafirmó en su decisión y exigió ser “cabeza rapada”, de esta forma se ahorraría varios cortes y su libreta de ahorros quedaría inalterada

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