Cuando eramos niños

Y vuelta la burra al trigo, los españoles nos empeñamos en hacer la casa sin tejado, y cuando llueve, nos mojamos. En 1978, las prisas, malas consejeras, hicieron cerrar en falso una Constitución, que a la primera crisis se nos antoja deficiente. Su confección, fue ir “cortando” y “pegando” Constituciones próximas, pero cada uno “arrimando el ascua a su sardina”. Uno de los puntos básicos habla de autonomía para acercar la Administración a los ciudadanos, pero cuando aún no se ha hecho la segunda descentralización -la de las Autonomía a los Ayuntamientos-, las primeras ya están pidiendo más dinero, porque no les llega. Al mismo tiempo, incrementan sus gastos y derogan impuestos, dejando a los Ayuntamientos con el “culo al aire” -estas administraciones se han visto forzadas a duplicarlos-. Se propone una gran reforma de la Constitución, empezando por la solidaridad entre territorios y ciudadanos, siguiendo por el tema fiscal. Tres impuestos y solo tres: Por lo que gano -IRPF, I.Sociedades-, por lo que gasto -IVA- y por lo que tengo -I.Patrimonio-. Que sean progresivos, y que un ciudadano español pague lo mismo en Cataluña que en Extremadura. Su reparto será igualitario entre los tres niveles de la Administración. Además, se creará un fondo especial para atender a las zonas más desfavorecidas. La duplicidad de tareas quiebra nuestro sistema económico: Muchos Ministerios y Consejerías tienen tareas duplicadas. Existen muchas capas sociales tremendamente fiscalizadas frente a otras que pasan desapercibidas. Todo el mundo critica al Gobierno Central porque sube los impuestos, pero al mismo tiempo piden más y más dinero y sobre todo si son de otro color político.

El gran problema de las cuentas públicas es que las administraciones autonómicas, municipales y organismos públicos dependiente, hacen pasar facturas de un año para otro sin hacer frente al pago, como haría el mismísimo Madoff. Afirman que “todo el mundo lo hace”. Si un ciudadano normal, un autónomo, una pequeña y mediana empresa no paga puntualmente los impuestos, son embargados directamente y hasta llevados a la cárcel si llega a ciertos importes. Si esto lo hace un presidente autonómico o un alcalde, sus ciudadanos lo premian con sus votos masivos. Muchos negocios pequeños quiebran por no cobrar a tiempo facturas de estas administraciones -en ocasiones, disfrazadas bajo sociedades o fundaciones-.

Se impone, de inmediato, conocer la realidad contable aunque ello suponga reconocer el doble de déficit público. El paso siguiente es hacer la reforma fiscal como la anteriormente descrita para que los impuestos sean suficientes, claros, transparentes, progresivos y solidarios. A esto se le podría llamar madurez fiscal y democrática. Seguir escondiendo la cabeza bajo el ala solo nos puede llevar a un desastre superior…gobierne quien gobierne.

 


Texto | Chibus
Foto | Darco TT