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La Gran Vía rompió los aires de una ciudad que se volvía “canija”. De una ciudad radial ahogada en sus murallas, se pasaba al modelo de urbe “lineal”, nacía la Salamanca moderna. Necesitábamos calles más anchas y rectas para el paso de coches y personas. Se decidió que tuviera soportales para ser paseada los días de sol y lluvia. Nació elegante, utilizándose granito y piedra de Villamayor. Se hizo para personas “pudientes” y se convirtió en una zona “cara”. Cara la vivienda y caros los locales. También se ubicaron nobles edificios oficiales. Pues bien, aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI, esta gran calle aún no se ha terminado. Pasear por ella es como hacer un “eslalon gigante”. Muchos de sus negocios están cerrados. Con este pequeño escrito proponemos “repensar” esta zona. Alguna idea podría ser cerrarla al tráfico los domingos e instalar en sus soportales un Rastro con productos artesanales y naturales de calidad. Son muchos los turistas que nos visitan y se van de vacío por no encontrarlos. Igualmente, y aprovechando el conflicto del Teatro Bretón, sería deseable hacer una suscripción popular y conseguir fondos para comprar a sus actuales propietarios el inmueble -por el mismo precio que figura en el Registro de la Propiedad más el interés legal del dinero-. Una vez que fuera del pueblo de Salamanca, cederlo a la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, construyendo allí un gran espacio cultural similar a los de Peñaranda o Madrid. ¿?

 


Foto | Warein Holgado