SalamancaBlog Maria la Brava

Eran tiempos difíciles, peligraba la hacienda, el hambre amenazaba con extenderse por todo el reino y el pueblo, sin más entretenimiento que las disputas callejeras, ocupaba su tiempo en cotilleos de alcoba entre primos.
A saber qué le habrá dado el de Luna para ser su valido y ahora este Enrique, que dicen que un alumno de la Cueva de Salamanca le hizo un conjuro provocándole impotencia que al parecer sólo lo es con su prima la Blanca porque a la nueva, la Juana, le ha engendrado un hijo, que Dios sabrá si es de él o de su amigo el Beltrán.

Corría el año 1465 y a la ciudad no le eran ajenos los comentarios ni las refriegas de las grandes familias que apoyadas en caballeros, clérigos y criados hasta llegar al pueblo llano dividieron el reino en dos bandos, acumulando rivalidad durante décadas, por un lado primero con el Condestable y luego con la hija del Impotente y por otro, con los Infantes de Aragón y luego con la Católica convirtiendo al reino en un campo de batalla entre partidarios y detractores con la única ambición personal de mejorar en bienes, tierras y poder.

Había pasado un mes desde que la venganza ocupara su vida. Ni la muerte de sus hijos, ni el encuentro en Viseu de los Manzano, ni el deber cumplido alejaban el odio para humedecer los ojos. Su cara seguía manchada de sangre, sus manos aferradas a la silla, no daba un momento de tregua golpeando con el estribo. Faltaba muy poco, podía sentir las campanas. Al llegar al Puente frenó la marcha, atusó el pelo, irguió la espalda y con una fría mirada ordenó a sus hombres guardar silencio y seguirla en cortejo fúnebre. Desmontó lentamente, se adentró en la Capilla, no hincó rodilla alguna, no bajó la mirada al pasar ante el Altísimo, recreándose en sus momentos y ajena a todo cuento le rodeaba, descolgó las cabezas de las dos picotas arrojándolas a los pies de Pedro y Luis.

Se dice que desde entonces María R. Monroy se refugió en su casa atiborrándose a pastillas por lo que el Centro Farmacéutico, con el tiempo, se vio obligado a cambiar de ubicación.

Luego dicen que tal, pero de esto, ha habido siempre.


Texto | Kiplin
Foto | Darco TT