foto de John Philip

«En España no existe una conciencia social de rechazo al fumador», y coincido con ésta afirmación. Sin embargo a mi juicio se detecta un claro espíritu de desquite o tolerancia cero por parte de los no fumadores ahora que la ley nos apoya.

No tenemos que olvidar que la exposición de motivos de la ley señala con claridad como principio básico la «garantía de que el derecho de la población no fumadora a respirar aire no contaminado por el humo del tabaco prevalece sobre el de las personas fumadoras».

En éstas condiciones no estoy observando que mis compañeros de trabajo estén buscando una solución, ni siquiera transitoria, sino más bien parece que ante la inminencia de entrada en vigor de la ley, lo que se anuncia es una gran resignación entes que solucionar su adicción. Un día en el trabajo es insufrible, por no decir intolerable, y es que no existe ni ha existido el más mínimo intento por preguntar a los que no fumamos si nos afecta o no el humo de sus cigarrillos. Sólo el gesto de abrir las ventanas a medias o dar unas vueltas por otro sector de la oficina, han sido las demostraciones de que les importa muy poco el hecho de que los que no fumamos no podemos elegir, no tenemos opción. Y lo peor es que la mayoría de mis compañeros no fuman, pero claro, es una cuestión de “costumbres o hábitos adquiridos” de unos pocos que afectan al resto.

Por otra parte, las empresas al tratarse de una ley, deberán exigir su cumplimiento y sancionar los incumplimientos. No cabe otra postura, y su permisividad incluso tácita, les hará correr el riesgo de sufrir las demandas y/o denuncias de los no fumadores que estamos muy dispuestos a emprenderlas, vamos eso está clarísimo.

Tampoco se le oculta a nadie que la exigencia de la ley y las consecuencias de la desobediencia a la misma, o a las instrucciones de las empresas en ese sentido, pueden dar lugar a más de un conflicto judicial. En éste caso de aplicación justa de la ley, también parece previsiblemente un hecho importante en el rendimiento ó ausencia, por las posibles consecuencias psicológicas o patologías que ocasione el no poder fumar en el trabajo.

Otra cosa, si se dieran pausas para fumar, se debería tratar la incidencia en la jornada de trabajo. La recuperación del tiempo perdido, trabajando más en compensación del mismo (prolongaciones de jornada o menos días de vacaciones), o cobrando menos (descuento en nómina de la parte proporcional).

Está muy claro que desde el primero de Enero, me tomaré la revancha, ya que han sido 3 años desde que trabajo con ellos, en el que mis quejas no han servido para nada, siempre excusas y más excusas. Siempre me han dicho que mientras no haya ley que les impida fumar, no lo dejarían. Pues bien, ha llegado la tan ansiada ley y les guste o no, a partir del 2006, lola ( ¡ lo lamento ! )


Foto: John Philip