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Escribía Charles Dickens en su novela David Copperfield que la diferencia entre la felicidad y la miseria de una persona dependía en no gastar sistemáticamente más de lo que ingresaba. Trasladada su idea a nuestra querida Salamanca, podríamos decir que esta ciudad no puede ser feliz mientras los fallecimientos superan a los nacimientos de forma sistemática. En el último año, nuestro saldo es negativo en 914 personas. Algunos egoístas siempre pueden pensar que de esta manera tocamos a más metros cuadrados de tierra firme. A este déficit añadimos que nuestro nivel de parados es sistemáticamente superior un 30% a la media Regional y un 30% a la media Nacional. Nuestra infelicidad debe seguir subiendo. Si como consecuencia de todos estos datos -públicos y fiables-, hemos expulsado casi a 160.000 salmantinos a vivir fuera, allí donde sí pueden ganar sus garbanzos, nuestra infelicidad se transforma en miseria. Y si alguien pregunta por soluciones, es fácil, todo pasa por proponérselo a nuestra Universidad, una de las más antiguas y famosas del mundo. Estoy seguro que crearán un observatorio de datos para analizarlos y sacar conclusiones como la siguiente: De seguir así, nos vamos a pique. No obstante, cada día son más los que piensan que el milagro pasa por aplicar el programa de las tres “R”: Repoblación, repoblación y repoblación

 


Texto | Chibus
Foto | Darco TT