Otoño

Cada día traspasa la línea que divide la ciudad del campo. Cada tarde, la que divide el día de la noche. En plena oscuridad, aprendió a escuchar los sonidos de la naturaleza. En el otoño, el dios Eolo deja desnudos los gigantes verdes. Soplando sobre sus copas, les arranca historias de aquí y de allá. Así, pudo pillar una historia cruel contada por el Tejo de la plaza Colón a la Secuoya de La Universidad: Doña Lechuza había matado al Gato Pardo del Alto del Rollo porque este se había zampado su ratoncillo. La luz del alba y los coches de los humanos le impidieron llevarlo a la boca de sus polluelos. Así, el gato comió al ratón y la lechuza al gato. Esto nunca ocurriría entre nosotros, replicó el Tejo. De acuerdo, pero una madre no puede dejar morir a su prole. El Cedro de la Plaza de los Bandos narraba al Moral de Torresmenudas la historia de un elefante rosa que se enamoró de una hormiga azul. El elefante se las ingenió para hacerse más pequeño y más pequeño. La hormiga tragó mucho azúcar hasta hacerse gigante. Tras grandes esfuerzos, el elefante se hizo el más pequeño entre los elefantes y la hormiga la mayor entre las hormigas. Al final, sus familias impidieron el casamiento y el elefante y la hormiga se suicidaron. El Moral movió su copa de un lado a otro afirmando que la Madre Naturaleza es sabia: Ir contra natura nos trae muchos problemas.

 


Texto | Chibus
Foto | Darco TT