Sobre la piedra, piedra. Foto de Oza

La piedra en el alma de Blas de Otero era España. La de Miguel Hernández la idea. La de Neruda un derrumbe de paisajes y mundos, un continente arrebatado. La de Whitman un cosmos endiosado visto con barba blanca desde un país por hacer. La piedra siempre está en el alma de algo y siempre parece esperar a que pase el tiempo, los años, los siglos, es sinónimo de inmovilidad, de mudez. Pero no es verdad, la piedra tiene voz, habla, comunica, dialoga. Está en el fondo del volcán y en su estornudo, está en el sendero y en el palacio…y siempre en el alma de todo, viendo pasar todo. Esperando. La historia misma es una piedra que delata, así pasen atardecidas, rocíos, así se sucedan esas pesadumbres del cielo que atrapa tantas soledades y algodonea tantos sueños.

Estas piedras vencidas –que no muertas- por el tiempo, nos cuentan la osadía del hombre y su ignominia y nos hacen sentir, con León Felipe, que sangran. A pesar de su vejez.

 


Texto y foto | OZA