Definiríamos al “especulador” como aquella persona que intenta obtener el máximo beneficio a corto plazo asumiendo el menor riesgo posible.
Al ciudadano normal no le gustan los especuladores, es más, nadie se siente especulador pero si le surge la oportunidad no dudará en ejercitarla.
Los “moralistas” tampoco estiman a los que ejercen este oficio universal y atemporal pero todo cambia y sin especuladores no funcionarían muchos de los mercados que hoy consideramos fundamentales.
Lo que nunca debemos confundir es al especulador con el “delincuente” ya que este utiliza la información privilegiada para ganar saltándose las leyes.
Dejando claro que los especuladores no son malos para los mercados, ahora estaríamos en disposición de dividirlos en dos: Activos y pasivos. El especulador activo toma decisiones, gana o pierde, ofrece liquidez y fija precios. El especulador pasivo no toma decisiones y espera ganar siempre sin hacer nada, su táctica es la del avestruz.
Pues ahora ya estamos en condiciones de hablar de Salamanca, los salmantinos y nuestro futuro. Solamente en una ocasión sacamos la cabeza y nos la cortaron en Villalar…y Salamanca…
Podríamos afirmar rotundamente que Salamanca es una capital de especulación pasiva. No tomamos decisiones de riesgo y esperamos ganar, por este motivo nuestra enfermedad social más común es la del “complejo calimero”, siempre preferimos echar la culpa a otros de nuestros males para no tomar decisiones y además esperamos resolver los problemas “sin dar un palo al agua”.
Si Salamanca quiere salir de esta insultante escalada de pobreza general-junto con Zamora y Orense somos los que menos puestos de trabajo generamos- tenemos que tomar decisiones de riesgo y por eso invitamos a nuestros líderes sociales y económicos a que sean valientes, debatan, apuesten y presenten proyectos. No hacer nada también es especular. Otros tomarán las decisiones por nosotros y no tendremos derecho a disfrutar de unos hipotéticos triunfos económicos.
Dentro de las fuerzas de la derecha se mueven “conservadores” y “liberales” pero aquí los primeros siempre han podido con los segundos, expulsándolos al exilio económico -haciéndoles la vida imposible como al Grupo Globalia- o incautándose de sus bienes como ocurrió en 1936. Solución: Cambio radical ya, en las próximas elecciones apueste por los que presentan proyectos claros de inversión-financiación y generación de puestos de trabajo. Después podremos ver quien cumple y quien no