Por si fuera poco lo que tenemos encima de la mesa con el desprecio por parte de la Junta con lo de Matacán, del Gobierno Central con el tren de alta velocidad y las autovías, ahora nos salen los huevos de Lanzarote. No me extrañaría que mañana nos denunciara el Gran Circo Mundial porque en las pasadas Ferias y Fiestas le crecieron los enanos en Salamanca.
Resulta que “perdonamos” deudas de 200 millones de las antiguas pesetas porque la multa que se le puso al señor Curto por apropiarse de 2000 metros cuadrados de terreno que no le correspondía, no se ha presentado en el plazo correcto y ha prescrito.
Puede que se haya tratado de un error administrativo, en cuyo caso alguien tendría que hacer rodar cabezas o que de su bolsillo ponga ese dinero que perdemos todos los salmantinos. Pero es que hay más. Según fuentes como la cadena ser, la voz de Salamanca y hasta el periódico El Mundo indican que este señor Curto es amigo del señor Julián Lanzarote y que le ha prestado un chalé de 300 metros cuadrados situado en primera línea de playa de Marbella para que éste veraneara con su familia. ¡Si señor! ¡Con un par de huevos!
Pero no pasa nada. Esto es Salamanca. Imagino que esto en Cataluña o en el País Vasco supondría un revuelo, en Bélgica un escándalo, en Alemania igual alguien dimitía, en Argentina directamente lo trataban de colgar del palo más alto, en algún que otro país, como China o Rusia, acabaría directamente en la cárcel unos cuantos años y en el Congo o Nigeria sería lapidado o quemado en la hoguera por la tribu enemiga.
Pero aquí no. Aquí seguimos demostrando que cuando alguien está en el poder y haga lo que haga, va a seguir saliendo, claramente puede seguir haciendo lo que le dé la gana. Y mañana sale y dice que si, que se ha aprovechado de la situación que le da el poder para hacer eso y… ¿alguien duda de que seguiría siendo el alcalde del cortijo charro otra vez?
Luego lloraremos que no nos hacen autovías, ni trenes de alta velocidad, ni que tenemos aeropuerto internacional. ¿Hacemos algo para evitarlo? Con esta pasividad que nos caracteriza, tenemos exactamente lo que nos meremos: nada y encima se ríen de nosotros. ¡Con un par de huevos, Lanzarote!
