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Este castellano había nacido hacía cincuenta años en una familia de clase media. Sus padres le habían inculcado aquello de la obligación antes que la devoción. Creció jugando poco y estudiando mucho. Sus notas del bachillerato eran de notable, no obstante, “pinchó” un poco en selectividad, aprobando por los “pelos”. Sacó su carrera en cinco años y al siguiente aprobó oposiciones para la Administración Pública, convirtiéndose en “burócrata” de por vida. Trabajador, austero, insobornable, aplicaba rigurosamente la ley. Casado, con dos hijos, no amortizaba totalmente la hipoteca de su vivienda por temas “fiscales”. Con ahorrillos en la Caja de Ahorros y un apartamento en la playa, se sintió plenamente satisfecho y así se definió como “pluscuamperfecto”: más que perfecto. Pero cuando su hijo se examinó de selectividad y le pidieron un ejemplo de pretérito pluscuamperfecto y fue suspendido, buscó en internet: Es un tiempo compuesto que se forma con el imperfecto del verbo auxiliar “haber” más el participio pasado del verbo que conjugamos. En ese momento, sintió como la Tierra temblaba bajos sus pies y dejó de ser pluscuamperfecto.

 


Texto | Chibus
Foto | Darco TT