La Ley, foto de Lanpernas 02

Los resultados del referéndum (EMEP) sobre el nuevo estatuto andaluz confirman con su elevada abstención que la fiebre estatutaria iniciada con el estatuto catalán no se corresponde en absoluto con ningún clamor popular como los políticos de turno intentan hacernos creer.

Si el estatuto catalán fue votado por una minoría de ciudadanos esta minoría ha sido aun más paupérrima en el caso andaluz. Los políticos impulsores de estos estatutos y de buscar, y casi siempre inventarse, diferencias que solo les benefician a ellos se olvidan de que los votos en blanco y las abstenciones tienen un significado y en casos como este una gran importancia.

Han votado poco por el carnaval, claro (Arsenio Escolar)

Parece que, una vez más, lo que tanto interesa a los políticos (la nueva España plural de Zapatero, o la España rota del PP; los nacionalismos centrales o periféricos, las nuevas naciones y realidades nacionales; las nuevas competencias… el poder, en suma) interesa mucho menos a los ciudadanos.
En junio nos explicaron los dirigentes públicos que hizo un domingo de playa tan bueno tan bueno que movilizar a casi la mitad del electorado era un éxito. Quizás hoy nos digan que llevar a las urnas a más de un tercio de los electores es aceptable, notable incluso, compitiendo como competían con el carnaval…

Un referendum de carnaval (Mentiras Piadosas)

Por tanto, decir que la baja participación “es fruto de un exceso de confianza” es pasarse señor Cháves. Sin duda, esta fecha será histórica porque la ciudadanía de Andalucía se ha expresado con un sonoro: “¡¿votar para qué?!” en forma de abstención.
Aunque para festiva, la actitud del PA, que tras conocerse el paupérrimo resultado cosechado por el NO, salían sonrientes sus portavoces afirmando que habían conseguido movilizar a un gran número de votantes no sólo de los tradicionales electores de su partido, ahí es nada.

La rumba del estatuto

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Pero igual que no podemos pedir peras al olmo no podemos pedir cordura y sentido común a nuestra clase política, cada vez más distanciada del pueblo que dicen representar y al que intentan, y por desgracia consiguen demasiadas veces, lavar el cerebro. Señores, el circo está casi vacío y solo les aplauden cuatro gatos, pero ustedes siguen gritando desde su puesto de jefe de pista (muchos jefes y muchas pistas): ¡Qué siga el espectáculo!

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Foto | Lanpernas