Los diezmos son un sistema fiscal en el que los administrados deben entregar el diez por ciento de sus ingresos. Este sistema lo heredaron los cristianos de los judíos. Abraham, como agradecimiento, dio los diezmos de todo a Melquisedec, rey y sacerdote de Jerusalén. Los cristianos, con estos bienes, hacían frente a sus necesidades más humanas. No obstante el mismísimo Jesús parece que recriminó a los escribas, fariseos e hipócritas, por preocuparse más de los diezmos que de la justicia, la misericordia y la fe. En España este sistema “impositivo” fue introducido por los aragoneses y catalanes, perdurando hasta 1837 -primera guerra carlista-.

En pleno siglo XXI, en España, desde algún Obispado, se quiere resucitar la tradición cristiana de pedir “voluntariamente” a los sacerdotes, el diez por ciento de sus sueldos y entregarlos a Cáritas. ¡Hombres de Dios!, con estas ideas me veo a los curas pidiendo créditos “blandos” en alguna Caja de Ahorros. Imaginen que ganan menos de 1.000 euros, que tienen que comer, dormir y vestirse, y además, comprar un coche para recoger feligreses, darles los oficios y devolverlos de nuevo a su pueblo, todo ello sin gastos de “representación”. Quizás sería más sencillo que la propia Iglesia Católica pusiera en valor todo ese enorme patrimonio que no es necesario para el culto. El gran problema es que esas fincas, monasterios, residencias y fondos financieros, pertenecen a distintas órdenes religiosas y estas son muy “celosas” de sus posesiones, aunque hagan votos de castidad, pobreza y obediencia. Diezmos y diezmar tienen la misma raíz, pero la segunda puede indicarnos una reducción de personas-héroes que aún tienen por oficio predicar las ideas cristianas.

 


Texto | Chibus
Foto | Darco TT