Foto de DarcoTT

El Charro Gachupín rondaba los cincuenta cuando tuvo que enfrentarse a la cruda realidad. Él, que presumía de haber luchado a brazo partido contra la dictadura cuando todos sabíamos que el dictador murió tranquilamente en la cama. Él, que se consideraba parte del pueblo que trajo la democracia cuando esta caía por la Ley de la Gravedad. Él, que se sintió ciudadano porque ya no tenía que demostrar su inocencia. Precisamente él, en esos momentos de la vida, tenía que presentar su Certificado de Penales para estudiar en el extranjero. Buscó en internet. Allí se informó que dependía del Gobierno de España, Ministerio de Justicia, Registro Central de Penados y Rebeldes. Entonces se dirigió al Archivo de la Guerra Civil creyendo encontrar su ficha por haber luchado contra la dictadura. Le dijeron que no, que aquello era cosa de la Policía Nacional. Se fue al mismísimo Cuartel y un policía con mucha deferencia le informó que allí tampoco era, pero otro se acercó recordando que para entrar en el Cuerpo tuvo que ir a Madrid a pedirlo y recogerlo. Como el Gachupín no podía pedir permiso en el trabajo se dirigió a la Subdelegación del Gobierno. El buen funcionario le indicó que tenía que ir a la Gerencia del Ministerio de Justicia, allí en la Gran Vía, Edificio Ocaso, detrás de la Cafetería Fontana, en el primer piso. Y la encontró -la Gerencia-, obtuvo el modelo 790, lo cumplimentó y tuvo que ir a pagar una tasa en la Caja de Ahorros; después una fotocopia del DNI, volver a la Gerencia del Ministerio de Justicia para compulsarla y enviar todos los papeles por correo. En diez días le enviarían el Certificado “gratuitamente” a casa. Los días pasaron, el certificado de antecedentes penales no llegó, los estudios en el extranjero se esfumaron. El Charro se sintió prisionero en su Tierra. Españolito que vienes al mundo / consuela tu tristeza / de este mundo no saldrás / si el Ministerio de Justicia / un Certificado te ha de enviar.

 


Texto | Chibus
Foto | Darco TT