Zeus montó en cólera cuando Prometeo quiso robar el fuego que transportaba el Sol para regalarlo a los humanos. El fuego podría ser utilizado como arma de destrucción masiva y acabar con el planeta. Para que esto no volviera a suceder, ordenó construir una Caja y guardar en ella todo lo bueno y todo lo malo que pudiera sucederles a hombres y mujeres.

A su vez, el propio Zeus, ordenó a Hefesto, dios del fuego, moldear en su fragua una estatua con forma de doncella desnuda. Atenea, celosa de la belleza de esta figura, la cubrió con una túnica blanca, ciñendo su talle con cinta de oro y entre sus cabellos, una preciosa flor. Hermes, el dios mensajero, le otorgó el habla. Afrodita, su encanto amoroso. Eolo sopló y le dio vida. Y juntitos, le pusieron un nombre, Pandora: Pan, significaría todo; daron, dones, regalos.

Cuando su obra fue perfecta, el propio Zeus, bajó a Tierra y regaló a los mortales la belleza de Pandora a cambio de que nunca abrieran su Caja. Epimeteo, insaciable, gozó de la presencia de Pandora, y después, abrió la tapadera. En ese momento, como fuegos artificiales, se esparcieron por el planeta, la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, el crimen, la pobreza, la plaga, la tristeza. Pandora, que era divina, se dio cuenta y dejó caer la cubierta, logrando que no escapara el último don: La esperanza. Ahora, se busca Epimeteo.