Foto de Clara Natoli

En el hemisferio norte, desde muy antiguo, la humanidad ha celebrado como noche especial el solsticio de verano. No es para menos, la luz del sol nos alumbra más tiempo y los demonios-que siempre salen de noche-, huyen con la luz de las fogatas. Como cada año es más difícil hacer hogueras para purificar nuestro espíritu, se hace preciso proponer nuevas ideas que nos hagan recordar aquellas candelas que duraban tres días, o aquellos valientes que saltaban brasas de tres metros, o aquel calorcillo que desprendía la lumbre. Una chica de Comuneros nos cuenta que sería “precioso” hacer una “quedada” en el Parque de Picasso a eso de las doce y enfilarnos posteriormente por el Camino Estrecho de la Aldehuela, para llevar velas encendidas hasta nuestro querido río Tormes, donde serían apagadas una hora más tarde, uniendo de nuevo fuego y agua. Aquí reseñamos la idea por si fuera de interés para los lectores, sabiendo que tan pronto se enteren en Pucela, nos la robarán al olor del turista fresco, haciendo allí el museo dedicado al fuego. Apagadas las luces, encendidas las velas, al son de violines, bajo el Cielo estrellado de Salamanca, sembraríamos de imaginación esta bendita Tierra para que las musas regresen de nuevo e inspiren la sequía de nuestros artistas y poetas.

 


Foto | Clara Natoli