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En un lugar de la Armuña, de cuyo nombre no quiero acordarme, habitaba un ciudadano de secano cuya familia había prohibido el uso de las llamadas nuevas tecnologías. Cada sábado se levantaba antes de que los gallos cantaran, y como escritor furtivo, se enganchaba al ordenador, creyéndose otro hidalgo caballero. Tal era su locura, que tan pronto hablaba de Literatura Abstracta como de enderezar España. De la primera, decía que solo le entendía la Maritormes. De lo segundo, le venía de leer en exceso aquellos antiguos libros de la generación del 98, que instaban a vertebrar España como si tuviera huesos.

Afirmaba que el País estaba demasiado escorado a estribor, y que el barco, de seguir así, zozobraría en el Mediterráneo. Para demostrarlo, pedía ver un mapa de Europa y además, pesar la población peninsular en una báscula romana. El eje del Ebro y la costa del Mare-Nostrum estaban inclinando peligrosamente el Centro hacia aquellas aguas profundas. A este personaje le encantaba hacer malabares con las palabras y decía que escorar también significaba apuntalar en tierra los costados de un buque, por ello, pedía reforzar con hierros la Ruta de la Plata, exigiendo a la Junta que arrimara el hombro. Con esta simple propuesta, como ungüento de Fierabrás, tranquilizaba su cuerpo y mente otra semana más. ¿Incurable?

 


Texto | Chibus
Foto: | Manuel Holgado