Foto de Julen Landa

En la antigua Grecia, el dios Chronos representaba la personificación del tiempo mientras que Cronos, hijo de Urano, representaba la lucha por el poder. Su madre Gea le convenció para matar a su padre, le regaló una hoz y con la misma castró a su padre. Su sangre salpicó la Tierra y surgió la vida. Cronos devoraba a sus hijos para no ser destronado, pero su hijo Zeus fue salvado y se convirtió en Dios de dioses.

El Rey Midas fue un macedonio al que Dionisos le concedió un deseo. Midas era muy ambicioso y le pidió convertir en oro todo lo que tocara. Al principio se sintió feliz pero tuvo hambre y la comida se convirtió en oro. Abrazó a su querida hija y la transformó en estatua de oro. Arrepentido volvió a pedir a Dionisos que anulara el poder. Éste le recomendó bañarse en el Río y al salir pudo comprobar que todo volvía a la normalidad después de tocarlo. Dicen que se fue a vivir a una cabaña y murió feliz.

Parece que Cronos nos legó su afán devorador. El tiempo “corre que vuela”. De Midas heredamos el afán de convertir todo en oro: “El tiempo es oro”, y entre ambos, medimos el tiempo hasta la extenuación. Todo debe ser instantáneo: “Más vale un toma que dos te daré”. Antes los intereses se calculaban en años, ahora en días. Los aparcamientos se cobran por minutos. Las llamadas telefónicas, por segundos. Puede que algún día vuelva Dionisos para concedernos el privilegio de vivir más despacio para llegar más lejos. Tortugas o liebres.


Texto | Chibus
Foto | Julen Landa