Foto Lola

Hace ya muchos años en un bar de Valencia de Alcántara (Cáceres) se distribuía entre los clientes una hojita que contenía lo siguiente:

Por 5 pesetas que nos cobran de un café nos dan:

Café, azúcar, cobijo, luz, calefacción en invierno y ventilador en verano, palillos para los dientes, servilletas, nos servimos de un plato, una taza, una cuchara, de un vaso, de una botella, de una mesa, de una silla, de uno o varios periódicos, de dados, de papel y lápiz, podemos usar el perchero, el water; podemos dar y recibir encargos, y cartas sin que se entere la familia; podemos hablar y criticar de todo el que nos dé la gana; nos enteramos de todo cuanto ocurre con los que juegan y son clientes; pueden pedir al cafetero dinero a préstamo sin interés y marcharse sin pagar sin que nadie le reclame nada; puede uno criticar la actuación del dueño, con razón o sin ella, etc.

En total unos 53 servicios, ventajas y comodidades, todo ello por sólo 5 pesetas.

¡¡ Y luego decimos que un café es caro !!

Lo he recogido del libro Celtiberia Show de Luis Carandell, libro que contiene una recopilación de la España profunda de esa época y donde descubrí y logré atisbar el verdadero significado, casi sagrado, del show celtibérico.

En días pasados se habló mucho del «café zapatero», café inexistente salvo en circunstancias muy circunstanciales y en lugares muy determinados (el café en la maquinita de mi trabajo me cuesta la mitad). En los bares y cafeterías de Salamanca capital el café además de ser generalmente mediocre es también más caro. No sé que cara se le quedó a nuestro presidente cuando se enteró que hace mucho que un café en cualquier «garito» de cualquier ciudad española cuesta, no digo que lo valga, bastante más de 80 céntimos de euro. Puede que pusiera la misma cara que suele poner cuando se topa con la realidad.

Por otro lado recuerdo perfectamente la cara que se me debió quedar a mi hace al menos un par de años cuando en una tertulia en una de nuestras televisiones locales unos representantes de la hostelería salmantina justificaban los precios, supuestamente altos, de las consumiciones en los locales céntricos de nuestra ciudad. Para ello no se les ocurrió mejor idea que comparar los precios de un café en la Plaza Mayor con los precios de ese mismo café en París o en la Plaza de San Marcos de Venecia. Yo quiero mucho a mi ciudad, pero cualquiera puede comprender que turísticamente no son comparables, y si hablamos de precios comparativos del café, me gustaría que hubieran comparado los sueldos de un parisino y un veneciano a los de un salmantino medio. Entre los representantes hosteleros en aquella tertulia se encontraba el actual número uno en la lista de Ciudadanos al Ayuntamiento de Salamanca, José Ramón Alonso.


Foto | España en un café de Lola