Aula Fray Luis de León, foto de M.A. Cuesta

Detrás de cada dicho se esconde una “intrahistoria” -¿Unamuno?-. Si alguien visita la Universidad de Salamanca podrá escuchar como el derecho al pataleo fue conquistado por los alumnos pobres de esta Universidad, siendo obligados a ir una hora antes a clase para calentar los asientos de otros alumnos nobles, de los que dependían. Cuando empezaba la clase, los primeros tenían que cambiarse hacia los pupitres finales que estaban muy fríos. Éstos, mediante protestas ante el rectorado, ganaron el derecho a patalear durante cinco minutos para entrar en calor.

Si ese mismo visitante acude a la Universidad de Alcalá, casi tan antigua como la de Salamanca, escuchará que tal derecho lo tenían los opositores al que en ese momento se estaba examinando ante un Tribunal para ganar el título que le abriera las puertas al futuro. El alumno que se examinaba se colocaba en el centro de la sala frente al Tribunal, el resto de alumnos -sus “opositores”– se sentaban en los laterales y tenían derecho al pataleo para molestar al examinado y distraerlo, de esta forma se seleccionaba a personas que sabían tolerar las críticas y las “broncas”, muy típico de los actuales debates parlamentarios.

Dos bonitas historias para un mismo derecho. Ahora, muchas personas tienen “derecho al pataleo” pero poco más, esperemos que el nuevo curso ilumine nuestras Universidades.

 


Foto | M.A. Cuesta