Foto de Julen Landa

Hace 35 años Salamanca era una ciudad vieja, su zona histórica abandonada estaba representada por el llamado Barrio Chino. Sus monumentos amenazaban ruinas. Con la llegada de la democracia, con escaso dinero, la zona histórica se rehabilitó; cada año se salvaba algún monumento: Casa de las Conchas, Casa Lis, Puente Romano etc. Se peatonalizaron calles céntricas. La ciudad se unió para realizar grandes eventos: Las Edades del Hombre, la Capitalidad Cultural, la Cumbre Iberoamericana; el turismo fluyó con entusiasmo llenando hoteles, restaurantes, bares y comercios. Ahora las autovías nos unen al resto de España. Queda el tren. Pero justo en este momento, nuestra posición social y económica en España baja cada año. Son necesarios nuevos planteamientos. Salamanca y Bilbao comparten las primeras posiciones de destrucción de comercio local de toda la geografía ibérica. Pero Bilbao una vez más, ha renacido de sus cenizas. La escritora vasca Asun Balzola define perfectamente esta transformación: Bilbao era una ciudad de hierro, negra-brillante por la constante humedad, sucia. Ahora es una ciudad blanca-luminosa y de colores. El gran cambio ha venido de la mano del Guggenheim. Los bilbaínos han hecho suyo un proyecto americano. Han transformado la Ría: Las obsoletas fábricas han sido sustituidas por edificios culturales modernistas. Se construyen nuevos hoteles; los restaurantes y los comercios se llenan. Salamanca y Bilbao son un claro ejemplo del poder transformador de la arquitectura. No es lo mismo hacer una biblioteca en el antiguo Botánico que hacer una un edificio que firmaría el mismísimo Frank Lloyd Wright. Necesitamos edificios con cuerpo y alma para. El Archivo de la Guerra Incivil debiera ubicarse en un remozado Palacio del Obispo, el Museo de Arquitectura en un nuevo edificio dedicado a Gaudí. La Casa Lis es un claro ejemplo a seguir si queremos salir de los puestos de descenso a tercera división: Edificio, piezas y gestión son todo uno.


Texto | Chibus
Foto | Julen Landa