patricil

Me cuenta un gachupín que ayer, a más de 800 metros de altura sobre el nivel del mar, se zambulló en una piscina comunitaria completamente solo como es costumbre en sus despoblados lares. Con tapones en los oídos y unas gafas de buceo se sintió seguro nadando por una calle bien marcada. Al hacer su primer largo se dio cuenta que no estaba solo, un cocodrilo también nadaba por el fondo. Frente al susto inicial reaccionó con tranquilidad. Pensó, si nado despavorido, se dará cuenta y en un plis-plas seré pitanza reptil. Por eso siguió por su calle como si nada extraño sucediese aunque sin dejar de mirar de reojo. Como comprobó que el bicho “pasaba” de él, continuó con la estrategia y así hasta veinte largos de rigor que hacía a modo de entrenamiento. Y como era curioso, poco a poco fue pasando de calle en calle hasta que llegó cerca de la orilla donde el animal se esforzaba por salir. Al quitarse las gafas pudo comprobar que era una pequeña lagartija que había caído en la piscina y se estaba ahogando. La puso en su mano, la dejó en la orilla y la sargantana hispánica se refugió en las rocas ornamentales que rodean estos lugares.

 


Texto | Chibus
Foto | Patricil con licencia CC BY-NC-SA 2.0