Foto de M.G.Cuesta

Personas venidas del lejano oriente para buscar el futuro que sus países les negaban. Muchos de ellos alquilan un local por el que pagan la correspondiente renta a algún charro, pagan religiosamente sus impuestos, compran en tiendas de nuestros barrios, piden créditos a nuestras entidades financieras, conviven pacíficamente entre nosotros y con su enorme laboriosidad, incrementan nuestra maltrecha economía. Son nuestra nueva savia.

Hecha la definición, pasamos a la acción: algún dirigente empresarial, en su ánimo de eliminar la competencia de la que tanto se presume, ha llegado a pedir restricciones a los comercios regentados por estos salmantinos de adopción siguiendo el método Berlusconi. Pero estamos en la culta Salamanca, cuna de la más famosa Escuela, y nosotros ya sabemos que el principio básico de la convivencia pacífica es el de la libertad: Libertad de movimiento de personas, de mercancías, de servicios, de capitales. Estas familias compiten libremente, arriesgan capital, trabajan como chinos y se adaptan muy rápidamente a nuestros usos y costumbres.

Nuestra gran crisis es la falta de capital humano y por ello debemos agradecer a estas personas que hicieran largos viajes para instalarse por estos lares. Otra cuestión diferente es el dumping monetario que practica China como país y que está provocando la ruina de la industria de occidente. Los chinocharros, evidentemente, no tienen culpa, al contrario, también son víctimas ya que pagan en euros. Sin chinocharros, se cerrarán más escuelas.

 


Texto | Chibus

Foto | Escaparate de una tienda chinocharra, por Miguel Ángel Cuesta